
Desde unos días he aprendido algi nuevo en mi vida.
Siempre pensaba que nada de lo que me viniera en adelante en mi vida me sorprendería. Pero, no fue así.
He aprendido gracias a mi osita (así le digo a Karina, mi enamorada a quien amo muchooo) que la expresión del amor de nosotros los hombres a Dios es distinto a la expresión del amor entre dos personas que han decidido amarse.
He aprendido que a quien amas debes siempre decirle: Te amo; que los abrazos que les des deben expresar sin miedo todo aquello que sientes de esa persona, que las presencias no deben parecer ausencias, que las miradas no solo deben reflejar existencia sino necesidad del otro. En pocas palabras: Nuestros manifestaciones afectivas deben ser una extensión ontológica.
Nuestro ser corre presuroso al encuentro de quien encuentro que es su complementariedad. Nuestro ser procede de quien es todo amor, no podemos escapar a la necesidad de dar amor.
Cuanta razón tiene el imperativo agustiniano: Ama y haz lo que quieras.
Karina es mi vida la extensión de Dios en mi vida, por eso mi ser corre a su encuentro, pues amándola aprendo a amar a Dios.
Te amo osita y te necesito siempre a mi lado
Carlos Pacahuala Montenegro