A lo largo de nuestra vida pasamos una gran diversidad de experiencias que van configurando nuestro persona, nuestro carácter, nuestra manera de comunicarnos. Adquirimos mil formas de concebir cada aspecto de la vida. Algunos se alejan de su familia, otros deciden acercarse más a ella. Algunos deciden y proyecta su vida, otros simplemente viven y enfrentan cada situación como pueden, y casi sin darse cuenta terminan sin saber lo que querían para sí. Algunos deciden centrar sus esperanzas en sus fuerzas físicas y su capacidad intelectiva; otros decidimos anclar nuestras esperanzas y expectativas en Dios. No pretendo hacer un juicio de la vida de las personas. Solo lo relato por lo que observé en los dos últimos días en el colegio donde laboro hace varios años.

El día de ayer, Fiesta del Corpus Christi, todos los estudiantes junto a sus maestros, prepararon sus oraciones y cantos. Jesús estaría un ratito con ellos. Y estuvo con ellos. Cada quien a su modo le dijo lo que brotó de su corazón. Es cierto que no todos se disponen de igual manera. Muchos se centran en lo que tienen y quieren hacer, ponen sus energías, los nervios les invade por hacer bien las cosas y no equivocarse. Otros, los menos, se dispersan. Esa es la dinámica de los grupos grandes. Pero, si es cierto que todos ponen su esfuerzo en comprender y asumir aquello que le decimos: "Jesús está aquí contigo"
En ambos días todos pusieron su esfuerzo por acercarse a Dios, por darle lo mejor de sí. Cada uno, con sus vidas distintas, con sus objetivos, o sin ellos, con sus modos, con sus vacíos o aciertos, quisieron acercarse a Dios. ¿Basta? Sabemos que no basta. Nunca basta. Pero, no escribo para juzgar, escribo para relatar lo que aprendí. Y aprendí que las personas que me rodean "no se quieren alejar de Dios". Están esperando la oportunidad para decirle que le aman, que le quieren. Aunque no lo digan con su boca, lo dicen con sus actos. ¿Es suficiente? No. Eso lo sé. Pero, tampoco sé porque no hacen más. No sé si pueden más. Cada quien ha vivido una vida distinta, experimentado diversas alegrías y dolores. A cada uno no le cala igual lo que vive. En mi ha calado el amor a Dios que me enseñaron...
...Y siempre vuelvo a lo mismo. Lo más importante en mi vida no es lo que yo hago. Lo más importante es lo que el otro, el distinto a mi, hace por mi.
Gracias Dios mio por darme una lección cada día. Yo solo aprendo.
Carlos Pacahuala
En ambos días todos pusieron su esfuerzo por acercarse a Dios, por darle lo mejor de sí. Cada uno, con sus vidas distintas, con sus objetivos, o sin ellos, con sus modos, con sus vacíos o aciertos, quisieron acercarse a Dios. ¿Basta? Sabemos que no basta. Nunca basta. Pero, no escribo para juzgar, escribo para relatar lo que aprendí. Y aprendí que las personas que me rodean "no se quieren alejar de Dios". Están esperando la oportunidad para decirle que le aman, que le quieren. Aunque no lo digan con su boca, lo dicen con sus actos. ¿Es suficiente? No. Eso lo sé. Pero, tampoco sé porque no hacen más. No sé si pueden más. Cada quien ha vivido una vida distinta, experimentado diversas alegrías y dolores. A cada uno no le cala igual lo que vive. En mi ha calado el amor a Dios que me enseñaron...
...Y siempre vuelvo a lo mismo. Lo más importante en mi vida no es lo que yo hago. Lo más importante es lo que el otro, el distinto a mi, hace por mi.
Gracias Dios mio por darme una lección cada día. Yo solo aprendo.
Carlos Pacahuala