El hestío reinante no ha empalidecido en nada la grandiosidad de los primeros días de este año.
Dios ha estado grande conmigo. Entre las muchas Gracias que Dios me ha concedido en estos meses está el regalarme la oportunidad de compartir un mes de experiencias académicas con niños y puberes de San José de las Lomas en Zapallal (poquito antes de Ancón). La generosidad y la sencillez de ellos ha penetrado en lo más profundo de mi ser para comprender que Dios nos pone donde podemos santificarnos. El polvo, las piedras, los interminables viajes, el calor... no han sido impediento para poder decir que el ir a Zapallal ha sido un regalo de Dios.
Otro regalo de Dios ha sido el poder ayudar a una veintena de alumnos de la Gran Unidad Escolar Melitón Carvajal de Lince en su Programa de Recuperación Pedagógica 2009 en el área de Educación Religiosa. Esos adolescentes han hecho posible qu entienda que mis clases no tienen que ser una exposición teológica. Mis clases tienen que ser FORMACIÓN EN LA FE. No he claudicado en la rigurosidad, pero ahora entiendo que todo se da de poco a poco. Aún ellos no lo saben, pero para mi alegría todos aprobaron el curso. Francamente ninguno merecía desaprobar, todo ha sido resultado de su esfuerzo. Al finalizar el día de hoy la evaluación musitaron un ¡Gracias profe! No saben que las gracias se las debo dar yo, pues yo he podido ser maestro porque ellos han sido alumnos.
Ayer por la noche también culminó la ESCUELA DE CATEQUISTAS del Decanato II de la Arquidiocesis de Lima. Allí tuve a mi cargo cuatro asignaturas en los cuatro ciclos. Cada quien con sus singularidades. Desde adolescentes hasta adultos mayores. Cada quien a su estilo luchaba por aprender. Teniendo que correr del trabajo, dejando de compartir con sus familias, amaneciendose para estudiar los cursos, sudando en los exámenes... Gracias catequistas del Decanato II. Veo en cada uno de ustedes la posibilidad de formar cristianamente la Iglesia de Lima. Nunca olviden que el ser catequista es un llamado de Dios. Doy gracias al cielo por permitirme ser uno de los que le ayuda a responder a la vocación que Dios les ha dado.
Dios me ha hecho entender este verano que lo que quiere para mi es que siga como maestro. Me ha dado una lección de esperanza. Él me ha enseñado a mi, yo solo he intentado con todas mis fuerzas serle fiel.
Gracias Dios por permitirme hablar de Ti. Gracias por enseñar a mis semejantes a amar un poquito más a nuestra Iglesia.
Carlos Pacahuala Montenegro
P.D.: El verano aún no termina...
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