Se destroza el incienso con el carbón ardiente, y al final todo en polvo queda. Se destrozaba mi alma ante la ardiente mirada de mi Señor, solo brotaba mi mirada humedecida y al final solo aire y sequedad quedaba.
Nos vemos mi Señor. No me encontraste, sino co
n el esfuerzo de mis amigos pequeños alrededor. Mis pequeños amigos que se hicieron grandes porque ofrecieron su ser a cambio de tu mirada, a cambio de tu presencia, a cambio de lo que ninguna moneda de oro y plata puede comprar. Ni ellos saben porque ofrecieron tanto, yo sí lo sé Señor. Se amanecieron, gastaron monedas, tiempo, energías, dejaron de comer, no les importó las miradas y críticas de extraños, no les importó los juicios temerarios. Solo les importaban tu. Por eso lo hicieron, porque querían decirte Tú. Querían encontrarse contigo mi Señor.
Nos vemos mi Señor. No me encontraste solo. Me encontraste con las tres en mi corazón. Por las tres te pedí. Por ellas mi corazón en incienso hasta tu presencia se elevó.
Carlos Pacahuala
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