Desde hace algunos años en el mes de octubre siempre ha sido un tiempo de pruebas. Dios me contempla con su infinita misericordia y escucha mis aclamaciones. Él, todo bondad, siempre me mira con compasión y me hace recordar que soy su hijo. Me hace percibir en las experiencias de mi vida diaria que me ama.
En octubre Dios siempre me pone sobre mi cruz un peso mayor. Esta vez me pide que mi esperanza se renueve ante las nuevas noticias de la salud de mi madre. Me pide paciencia ante las diversas vicisitudes que se me presentan en mi trabajo. Me exije caridad en el trato a quienes tengo a mi lado.
Tengo la dicha que en su magnífica sapiencia Dios me ha dado la vocación de maestro. Hoy, gracias a mi estudiantes, he podido comprender lo que significa desprenderse de sí mismo para ir al encuentro de quien más amas. Hoy he aprendido gracias a mis estudiantes que siempre tenemos que pedir disculpas cuando nos equivocamos.
Mi Señor, me enseñaste hoy tener paciencia con los defectos de los demás. Y eso lo aprendí hoy por la noche cuando Ella ha demostrado paciencia con sus padres.
Creo que Dios me ha llamado a ser maestro porque nunca dejo de aprender. Uno aprende a enseñar cuando ha aprendido a aprender.
En una línea analógica podría recordar las palabras de Aristóteles en la Política, más o menos así: Se aprende a mandar cuando se ha aprendido a obedecer.
Jesucristo por obediencia al Padre se entregó por nosotros.
En esa entrega dolorosa Dios Padre nos manifestó su Salvación. Por ello, en cada prueba de este mes Dios me otorga su Salvación. Cada vez que la Cruz pesa un poco más, es porque Dios me configura un poquito más con Él.
Gracias por ser instrumentos de Dios.
Carlos Pacahuala Montenegro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias