miércoles, 20 de mayo de 2015

¿Se puede enseñar las virtudes, los valores?

Esta pregunta ronda hoy más que nunca en las escuelas. Se invierte en bibliografía cada vez más especializada, se gasta horas de energía planteando proyectos que puedan ser innovadores y respondan a las necesidades de cada lugar, se promueve la investigación en estos temas, diversas instituciones aterrizan sus conclusiones sobre estudios de problemas sociales de la adolescencia en que se debe brindar una formación en valores. Todos los frentes opinan los mismo: periodismo, instituciones gubernamentales, no gubernamentales, Iglesia y demás.

Pero, ¿cómo enseñar en valores?, ¿se puede enseñar la virtud? Para responder tendríamos que primero responder que es un valor y qué es una virtud. Seguramente terminaríamos en una discusión sobre las diferencias que abarca cada término. Cada quién sobre un frente. Finalmente, valor o virtud, a lo que me refiero es a ¿cómo hacer para enseñar a las personas a que vivan bien? 

Y ahora, si es más claro. Vivir bien. ¿Qué es vivir bien? Una nueva interrogante. Pero, ese es el reto: enseñar a vivir bien. Y puesto que el vivir no es un abstracto, aquello que enseñemos debe ser sumamente práctico, activo, operante. Y en esa línea, vivir bien no solo será tener una conducta intachable. Será también, lograr resultados óptimos en nuestra vida. 

¿Qué tipo de vida? Habrá que identificar el tipo de vida que vivimos, o queremos vivir, para saber cómo es vivir bien según ese estilo. Existen tantos tipos de vida como personas. Entonces ¿podré enseñar a vivir bien si cada quien tiene una concepción de vida y por tanto una propia finalidad? Claro que no. Soberbia pretensión.

Pero, ¿existen diversos tipos de vivir como existen personas? Es posible. Pero, a todos estos estilos los podemos categorizar en diversos grupos. La agrupación será desde las perspectiva que queramos hacerla. Si queremos hacerla desde una visión económica diremos que hay ricos y pobres. Si queremos hacerla conforme a sus conocimientos diremos cultas e incultas...Pero, si tenemos que agruparlas según nuestro tema de interés diremos "estilos de vida buenos" o "estilos de vida malas". ¿Y bajo que criterio haremos esta agrupación? Sobre el bien. Y aunque parezca más difícil no es así. Cuando vemos una acción rápidamente podemos determinar si es buena o mala. Un robo es malo, asesinar es malo, Ayudar a una persona en una necesidad es algo bueno.

Ahora puedo formular la pregunta ¿Cómo le enseño a una persona a vivir una vida buena? Para ello, debo entender que la vida se forja cada día. Se nutre día a día. Entonces, habrá que vivir bien cada día, cada instante, ante cada situación. Vivir una vida buena será hacer bien cada obra del día. Y así hasta nuestro último instante de vida.  Entonces, ¿cómo le enseño a una persona a hacer bien la obra de cada día? He escuchado una multiplicidad de respuestas a esta pregunta. Algunos dicen que no se puede enseñar, otros que se enseña con el ejemplo. Y, aunque parezca cansado, tenemos que preguntarnos ¿Qué es enseñar?

Ante la última pregunta puedo decir que enseñar es transmitir, pasar, heredar aquello que me constituye, aquello que me conforma, que me hace, que me configura.

Entonces, solo podré enseñar a vivir bien la obra de cada día si yo mismo obro bien la obra de cada día. Si yo, que soy el que pretendo enseñar, vivo bien. Si yo, el enseñante, quiero el bien  en cada una de mis acciones. Y solo puedo querer el bien si conozco el bien. Solo puedo querer lo que conozco.

En conclusión. Si se ´puede enseñar las virtudes. Pero, no lo puede hacer cualquiera. Solo puede enseñar virtudes el que vive las virtudes. Y solo las vive quien conoce y quiere el sustento de todas ellas: El Bien. Solo puedo enseñar el Bien: aquel que es bueno.
Solo conociéndole y amándole es que

¿Tu quieres el bien?, ¿tu amas el bien?, ¿tu conoces el bien?, ¿tu eres bueno? Si tus respuestas son afirmativas entonces puedes enseñar virtudes. Pero, en lo poco que he vivido estoy convencido que uno solo es Bueno. Yo no. Él sí. Solo Él nos puede enseñar a ser buenos. Nuestras pretensiones de enseñantes de bondad solo serán una pantomima, una sombra. Las sombras dependen de una realidad. A lo mucho puedo aspirar a ser proyección de ese Bueno. Si el desaparece, yo también. Si Él desaparece el Bien también se va. Si Él no esta no puede haber bondad, no puede haber virtud.

Vano oficio de quienes quieren enseñar las virtudes sin Él, sin Dios.

Carlos Pacahuala Montenegro.

domingo, 10 de mayo de 2015

¿Podemos poseer la Verdad?

Para responder la pregunta planteada en el título tendríamos que empezar a analizar cada una de las palabras que la componen. El análisis nos llevaría por caminos realmente interesantes y de gran riqueza formativa. Podríamos intentar buscar entre los diversos autores que se han hecho la misma interrogante y exponer sus tesis y someterlas a más análisis. Todo esto enriquecería nuestro quehacer filosófico, para quienes lo hacemos a diario. Pero, ¿todo ello podría hacerlo una persona que pasa por nuestro lado?, ¿podría hacerlo nuestro amigo del barrio?, ¿podría hacerlo nuestro colega que en cuanto escucha la palabra "Verdad" pone su cara de interrogación, en el mejor de los casos, pues en otros muchos esbozarán una sonrisa socarrona... Ciertamente, muchos de ellos, incluidos nuestros estudiantes no podrán hacerlo.

Bastante hacen ellos, nuestros estudiantes, con ser pacientes ante el atrevimiento o el soberano aburrimiento que les debe representar tener que escuchar a un "señor" que intenta que "piensen".  Y además plantearles métodos soberanamente intrincados. Que atrevimiento el nuestro. Hoy, me di cuenta que esa pretensión de quienes pensamos que nuestros estudiantes estrenan sus neuronas con nosotros carece de toda lógica.

Ellos, nuestros estudiantes, asumen el reto que le lanzamos cada día. No se atreven a decir no. No es que les hacemos pensar. Ellos asumen libremente hacerlo. Somos simples mayeutas y si acaso conocemos algo es que aún nos falta mucho por aprender. Y ellos, también asumen lo mismo, que les falta mucho por aprender. Por ello, se lanzan a ejecutar aquello que les pedimos.

Y si ambos estamos en proceso de aprender ¿podremos poseer la Verdad? . Hoy se los pregunté a mis estudiantes. Ellos, a pesar de su cansancio, acababan de rendir un examen, asumieron el reto. Se pusieron a pensar. Y yo, un simple espectador de semejante acontecimiento. Ellos si que estaban pensando. Porque yo planteaba una pregunta que ya me la había hecho y respondido. Yo solo estaba contemplando un nacimiento intelectual.

Ellos me enseñaron hoy que es mejor aprender que enseñar. Cómo puedo enseñar si antes no he aprendido. Primero es aprender, luego es enseñar. Entonces, es mejor ser discípulo que maestro. Es mejor ser discípulo de aquel maestro que siempre quiere aprender, que acoge los retos y asume que aprende de sus estudiantes. 

No sé que habrán respondido mis estudiantes a la pregunta planteada, aún no leo sus respuestas. Pero, lo que si sé es que ellos me terminarán enseñando. Yo solo pregunté, ellos respondieron. Los que responden las preguntas son los maestros, ellos son mis maestros. Y siempre pensarán que tienen mucho por aprender, siempre emprenderán los retos que les planteemos.  No quiero dejar de aprender de ellos. Que bueno es ser siempre alumno. Aunque en el colegio me consideran maestro.

Si este post supo a poco o es ilógico será que aún no he aprendido todo lo que debo aprender. Enséñenme que estoy dispuesto a aprender porque no poseo la Verdad. Espero que algún día verla cara a cara. Por eso siempre quiero aprender.

Carlos Pacahuala Montenegro

domingo, 3 de mayo de 2015

Sin autoevaluación no se mejora

Hace más de diez años aprendí a hacer el examen de conciencia diario antes de dormir. Reviso todos mis actos del día, los marco en una pequeña papeletita. Al final de cada semana hay mucha materia sobre la que debo pedir ayuda a Dios y trabajar.

Movido por este acto de piedad, y humanidad, siempre me quedo claro que si uno no se hace el ejercicio de autoexaminarse no existe la posibilidad de tener la conocimiento de lo que debemos mejorar, cambiar y potenciar.  

El año pasado, al asumir la tutoría de 5to de Secundaria, de la que ya me referí anteriormente, empecé a enseñarle a todos los muchachos a autoevaluar su proceder en el aula para con todos las áreas y profesores. El producto de esa acción no solo servía para acumular un dato más. Servía para proyectar los posibles resultados que se tendrían. Curiosamente, a pesar de la actitud escéptica de muchos de mis estudiantes, las proyecciones se cumplieron. Y después de eso cada quien se propuso una serie de acciones personales y en grupo para revertir varias situaciones que no querían que se repitieran. Tal como lo esperábamos. Ejecutaron las acciones de cambio y los resultados cambiaron. Todo esto entre el tercer y cuarto bimestre.

Cuando empezamos en el tercer bimestre la proyección antes de autoevaluarse era que mínimo repetían el grado dos, quizá tres estudiantes. Después de la autoevaluación cada semana, y ejecutando las acciones de cambio, propuestas por el propio grupo con mi orientación, las proyecciones cambiaron. La meta era ninguno repite, ninguno desaprobaría ningún curso. ¿Saben cuáles  fueron los resultados? Un solo alumno desaprobó un curso. Ni un repitente. Ratifico el dato: "Un solo alumno desaprobó un curso". 

La autoevaluación resultó. Es cierto que se ejecutaron diversas acciones. Pero, de no haber hecho un proceso de autoevaluarse quizá nunca se hubieran dado cuenta lo
que tenían que hacer para mejorar.

Lo que digo es fácilmente comprobable. Las calificaciones son oficiales. los alumnos reales, yo el tutor, quien escribe este artículo soy real.

Ahora, convencido, no por teorías si no por lo vivido, plantearé mi tesis: "La autoevaluación y el rendimiento académico". Alguien podría decir: "¿Por qué dices públicamente cuál es tu tesis?" Respondo. Por dos motivos. El primero, necesito de sus aportes, reseñas, libros que me sirvan de referencia. El segundo, que si bien no harán una tesis de esto, les sirva mi experiencia para que ayuden a sus estudiantes con procesos de autoevaluación serios, realistas y motivadores. Y claro, me cuentan sus experiencias. Porque lo que quiero es aprender. 

Yo también me autoevalué, por eso he entendido que solo aprendiendo es cuando mejoro. 

Carlos Pacahuala Montenegro