Para responder la pregunta planteada en el título tendríamos que empezar a analizar cada una de las palabras que la componen. El análisis nos llevaría por caminos realmente interesantes y de gran riqueza formativa. Podríamos intentar buscar entre los diversos autores que se han hecho la misma interrogante y exponer sus tesis y someterlas a más análisis. Todo esto enriquecería nuestro quehacer filosófico, para quienes lo hacemos a diario. Pero, ¿todo ello podría hacerlo una persona que pasa por nuestro lado?, ¿podría hacerlo nuestro amigo del barrio?, ¿podría hacerlo nuestro colega que en cuanto escucha la palabra "Verdad" pone su cara de interrogación, en el mejor de los casos, pues en otros muchos esbozarán una sonrisa socarrona... Ciertamente, muchos de ellos, incluidos nuestros estudiantes no podrán hacerlo.
Bastante hacen ellos, nuestros estudiantes, con ser pacientes ante el atrevimiento o el soberano aburrimiento que les debe representar tener que escuchar a un "señor" que intenta que "piensen". Y además plantearles métodos soberanamente intrincados. Que atrevimiento el nuestro. Hoy, me di cuenta que esa pretensión de quienes pensamos que nuestros estudiantes estrenan sus neuronas con nosotros carece de toda lógica.
Ellos, nuestros estudiantes, asumen el reto que le lanzamos cada día. No se atreven a decir no. No es que les hacemos pensar. Ellos asumen libremente hacerlo. Somos simples mayeutas y si acaso conocemos algo es que aún nos falta mucho por aprender. Y ellos, también asumen lo mismo, que les falta mucho por aprender. Por ello, se lanzan a ejecutar aquello que les pedimos.
Y si ambos estamos en proceso de aprender ¿podremos poseer la Verdad? . Hoy se los pregunté a mis estudiantes. Ellos, a pesar de su cansancio, acababan de rendir un examen, asumieron el reto. Se pusieron a pensar. Y yo, un simple espectador de semejante acontecimiento. Ellos si que estaban pensando. Porque yo planteaba una pregunta que ya me la había hecho y respondido. Yo solo estaba contemplando un nacimiento intelectual.
Ellos me enseñaron hoy que es mejor aprender que enseñar. Cómo puedo enseñar si antes no he aprendido. Primero es aprender, luego es enseñar. Entonces, es mejor ser discípulo que maestro. Es mejor ser discípulo de aquel maestro que siempre quiere aprender, que acoge los retos y asume que aprende de sus estudiantes.
No sé que habrán respondido mis estudiantes a la pregunta planteada, aún no leo sus respuestas. Pero, lo que si sé es que ellos me terminarán enseñando. Yo solo pregunté, ellos respondieron. Los que responden las preguntas son los maestros, ellos son mis maestros. Y siempre pensarán que tienen mucho por aprender, siempre emprenderán los retos que les planteemos. No quiero dejar de aprender de ellos. Que bueno es ser siempre alumno. Aunque en el colegio me consideran maestro.
Si este post supo a poco o es ilógico será que aún no he aprendido todo lo que debo aprender. Enséñenme que estoy dispuesto a aprender porque no poseo la Verdad. Espero que algún día verla cara a cara. Por eso siempre quiero aprender.
Carlos Pacahuala Montenegro
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