Debo confesar que "Algún día te mostraré el desierto" fue la primera obra que leí de Renato Cisneros reiniciando así el introspectivo placer de leer. Volví a sumergirme y refugiarme en la lectura. Escapé un rato de la realidad circundante para entrar en esa otra realidad que se nos descubre en cada línea leída de un libro. Leer me salvó.
Nunca antes hubiera pensado tomar entre mis manos un libro que no tuviera un matiz religioso, sin embargo este libro tuvo mucho de un acto de fe, humana y divina.

Ponerme frente de este libro me daba la posibilidad de entrar en la vida de alguien que esperaba me diera pistas de cómo asumir el rol que más me asustó tener en mi vida: ser padre. Al darme cuenta que el autor tuvo, y quizá tiene, los mismos miedos que yo me ha ayudado a entenderme un poco más. Por primera vez sentí que hablaba con alguien que parecía leerme y contarme mis afanes, miedos e incertidumbres entorno a la paternidad. Ciertamente toda obra literaria tiene algo de realidad y de ficción. Ahora estoy convencido que a veces es mejor creer que algunos de nuestros grandes dolores son ficción para que nos afecten menos, para que no duelan tanto. Confiar en que el testimonio de otro como tú puede en cierto sentido salvarte es una acto de fe humana.
Leyendo a Cisneros descubrí que su autoproclamada falta de fe en lo divino tenía un origen muy humano: su padre.
¿Cuánto influye un padre en la vida de la persona? Esa sería una muy buena pegunta para ser respondida en la clase con adolescentes que miran la paternidad con diversidad de emociones contradictorias. Al leer el libro advertirían que casi están como predestinados a seguir el modelo que han recibido y que la influencia de un padre en la vida de uno es insondable, incomprensible, mistérica y a la vez necesaria. Aprenderían que nunca terminaremos de entender que nuestros actos trascienden la materialidad de los hechos fácticos para dejar una gran estela de consecuencias inmedibles. Un acto nos convierte en padres, un acto nos convierte en hijos y ese mismo acto tiene consecuencias que jamás podremos medir. ¿Que un adolescente entienda esto no es suficiente? ¿No es acaso interesante que un adolescente entienda que lo más importante de su vida nunca lo va a entender del todo?
Andamos preocupados en que los alumnos aprendan, que desarrollen competencias. ¿Nos hemos puesto a pensar que nadie prepara para ser competentes como padres? ¿Qué contiene esa competencia?
Estamos en crisis de paternidad. Por lo menos esa es mi experiencia. Antes nuestros padres pasaban poco tiempo en casa porque estaban trabajando. Esa era nuestra certeza que derrumbaba cualquier miedo. Hoy muchos niños y adolescentes no saben quien es su padre y si lo saben no tienen la más mínima idea de dónde está ni qué esta haciendo. Donde no hay certezas hay dudas, sospecha, miedo, dolor y por ello odio e irá. Veo ante mis ojos mucho dolor, odio e irá incontenible.
En nuestra sociedad la figura del padre ha sido despellejada, por ello resulta apremiante abordarla como parte de nuestras propuestas de aprendizaje. Con suma sencillez podemos plantear un proyecto que desarrolle el juicio crítico de toda la obra de Cisneros porque resulta contemporáneo y cercano, alguien público que se expone en los medios, alguien que es objeto de admiración por la fama televisiva; las diversas áreas podrían tratar cuestiones referidas al inicio de la vida y el rol del padre en la crianza;debatir si aún el padre es necesario, siendo que en algunos ámbitos se quiere desaparecer a los hombres; analizar los índices de hogares monoparentales donde no hay padres y hacer tesis sobre las posibles causas de este fenómeno social para luego proponer soluciones viables en su entorno inmediato.
Espero sirva en algo mi sencilla propuesta.
Quedo atento a sus críticas. Espero no sepa a poco lo que hoy he escrito.
Carlos Pacahuala